Aeropuerto
Su nombre -Sondika- no es de mujer ni se improvisa.
El cementerio fue lo primero que vi desde la ventanilla.
Una ventanilla de avión en la que encajaba exactamente
una lápida, según calculé.
Rutina de escaleras metálicas y cementerio doliente.
Viajeros cansados parecían jugar al juego de la silla
con los ojos vendados
alrededor de la cinta transportadora.
Alguien acabaría por quedarse sin la suya.
Una de las afortunadas viajeras reposaba ya sentada sobre su maleta
secándose la frente aliviada, con un pañuelo blanco
(me rindo, se rinde, nos rendimos).
Los demás esperábamos en tensión
(no va a llegar, no va a llegar, la mía no va a llegar).
Apareció al fin.
Detector de metales. Intento ensayar un reencuentro.
Algún abrazo con marcha atrás, medido por ambas partes.
Zumbidos y altavoces. Debe haber un quirófano aquí cerca.
Una maleta demasiado pesada que arrastro o me arrastra.
Soy el mismo pero no soy el mismo.
¿Algo que declarar?
¡Que se mueran los feos! Creía que ustedes ya no preguntaban
esas cosas en las aduanas.
Pero ya que lo pregunta sí hay algo.
Siento dentro la trayectoria de un dolor giratorio.
La trayectoria es de ida y vuelta, y el dolor
es de ida, solamente.
¿Es grave la infracción, agente?
También llevo discos de bourbon y botellas de Billie Holliday
pero decido arriesgarme y me callo.
El desasosiego y el temblor asoman a borbotones.
Diagnóstico: Parkinson.
Menos mal que la pesada maleta sirve de coartada
al pulso arrítmico.
Mis dedos y mis muñecas se ahogan.
Busco una salida, aunque no sea la mía.
NO PUDO SALIR EN 'CAMINAR CONOCIENDO' PUES EL AYUNTAMIENTO DE LAS NAVAS DEL MARQUÉS DEL PP SE CARGÓ LA REVISTA
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