La luz es siempre una apreciación subjetiva en tanto en cuanto depende del grado de oscuridad que la rodea.
De la misma manera la libertad es una quimera solo para quienes viven entre las cuatro paredes de una celda inquebrantable.
Así podemos decir que el amor es tan cierto como la luz y la libertad y huele a esencias o a náusea dependiendo del aroma de nuestra alma.
Siempre he deseado describir el olor de la náusea, también el de la desesperanza, pero me faltaban recursos o me sobraban razones.
Ahora puede decirte, sin miedo a equivocarme, o con el pánico concentrado en la punta de los dedos que huele a blanco y negro, a bueno y malo, a alcohol y caramelos de miel, a tu soledad y también a tu cobijo.
Y, en un instante, la náusea se hincha, lubrifica su vientre y vomita. Es en ese instante infinito cuando aparece una sonrisa que también desprende su aroma. No puedo describirlo con precisión, pero creo que tiene algo de blanco irisado de negro, un poquito de bueno mezclado sutilmente con malo, tal vez caramelos de alcohol meloso y unos tibios sombreados de cobijo junto con una casi imperceptible soledad.
Allá arriba, en lo alto de tu torre de cristal quizás percibas todo eso de otra manera. Tienes miles de posibilidades pero en cualquier caso ten cuidado y no te caigas; el miedo al daño en ocasiones nos atenaza las piernas y el corazón.
Ana Agustín es periodista abulense
(pag. 27 del nº 8 de la revista 'Caminar Conociendo')
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