por María Mateos Soriano
Él, a través de la observación de la luna y las estrellas, creía vislumbrar la matemática perfecta que esconde el universo.
Ella, miraba tras un espejo el reflejo de los astros, donde no encontraba razón sino imaginación, pues cada uno de ellos era un sueño distinto que enredaba sin complejos lo perfecto y lo imperfecto, por lo que tenía tanta emoción.
Su hijo les atribuía la vida que merecen, eran compañeras en sus juegos; y ante el temor de que un ladrón le robara sus estrellas, durante el día guardaba en su cajón sus mejores aliadas, que callaban sus secretos, a pesar de que, mamá les preguntase cada noche y papá dirigiese su alineación.
Habiendo caminado por un tiempo líneal, la madre ya hablaba al hijo dirigiéndose hacia un hombre, puesto que había perdido la liberación de volar con las estrellas, vivir cada día en un planeta y servirse como vehículo del polvo de la luz del sol.
Hoy, el hijo viaja en el vagón del tren que le conduzca hacia la cumbre y sueña con que nos deslumbre su parásita ambición. Las estrellas son distintas, ya no pueden ser amigas; hoy, solo llama compañero a la bestia que le mata: 'Don Dinero'.
María Mateos Soriano
'Caminar conociendo', página 31, nº 8
Él, a través de la observación de la luna y las estrellas, creía vislumbrar la matemática perfecta que esconde el universo.
Ella, miraba tras un espejo el reflejo de los astros, donde no encontraba razón sino imaginación, pues cada uno de ellos era un sueño distinto que enredaba sin complejos lo perfecto y lo imperfecto, por lo que tenía tanta emoción.
Su hijo les atribuía la vida que merecen, eran compañeras en sus juegos; y ante el temor de que un ladrón le robara sus estrellas, durante el día guardaba en su cajón sus mejores aliadas, que callaban sus secretos, a pesar de que, mamá les preguntase cada noche y papá dirigiese su alineación.
Habiendo caminado por un tiempo líneal, la madre ya hablaba al hijo dirigiéndose hacia un hombre, puesto que había perdido la liberación de volar con las estrellas, vivir cada día en un planeta y servirse como vehículo del polvo de la luz del sol.
Hoy, el hijo viaja en el vagón del tren que le conduzca hacia la cumbre y sueña con que nos deslumbre su parásita ambición. Las estrellas son distintas, ya no pueden ser amigas; hoy, solo llama compañero a la bestia que le mata: 'Don Dinero'.
María Mateos Soriano
'Caminar conociendo', página 31, nº 8
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