Evaristo Guerra, la Luz del Sur Evaristo Guerra, señalando con un pincel
Biografía:
Evaristo Guerra Zamora nace en Velez-Málaga (Málaga) el 5 de diciembre de 1942. Comenzó a estudiar en una escuela de pintura de Vélez-Málaga dirigida por el acuarelista granadino Juan Morcillo. A los 19 años se traslada a Madrid alternando al pintura con otras actividades como panadero o trabajando en una empresa serigráfica. En 1968 traslada su residencia a Las Navas del Marqués donde consigue, por fin, dedicarse exclusivamente a la pintura en contacto con la naturaleza. Contrae matrimonio con María Adela Pareja Campos, viviendo en Las Navas durante algunos años.
A partir de 1969 va introduciendo en su pintura unos 'paisajes soñados' que dan un giro a su obra. De 1976 a 1985 regresa a su Vélez-Málaga natal donde desarrolla una amplia labor pictórica, estudiando la luz y el color de su tierra e investigando sobre la misma temática: el paisaje.
En 1972 obtiene, con el paisaje titulado 'Dos kilómetros para el pueblo', el Premio Nacional de Pintura para Artistas Jóvenes de la II Bienal de la revista 'Blanco y Negro'. Desde 1980 comienza a recorrer España para realizar una colección de 52 cuadros en los que pone de manifiesto el color de cada una de las capitales hispanas. En septiembre de 1985 regresa a Madrid con su familia para instalarse definitivamente.
En 1987 es nombrado 'Hijo Adoptivo de Las Navas del Marqués'.
La obra de Evaristo Guerra ofrece un grado de madurez que supone la consecución de unos cauces definitivos de expresión y un lenguaje propio. Su obra pictórica ha sabido avanzar, frente a las diferentes preferencias de la moda, remontando con su calidad y firmeza de convicciones las tentaciones que las corrientes en boga le brindaban para obligarle a gratuitas concesiones. Algo en lo que nunca cayó este arte repleto de pureza y originalidad.
Evaristo Guerra nos proporciona en colección pictórica un arte prodigiosamente original y cautivador, entroncando desde su modernidad, con las esencias más castizas de nuestra pintura de paisaje, sin olvidar las reminiscencias incuestionables de la pintura andaluza de todos los tiempos, en cuyas fuentes supo beber y recrearse el artista desde sus principios, tal y como puede advertirse en las diversas etapas de su producción.
Su obra supone la demostración de la buena salud de que gozan, ya en el siglo XXI, las corrientes figurativas españolas.
Sacado de la página 22 de la revista 'Caminar Conociendo' número 8 de julio del 2.000
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