1. Alba Diferida
Manuel de la Escalera
Todo esto vino de la guerra. Las guerras son siempre cosas de viejos. Pasan las horas hablando de las batallas, echándose unos a otros la culpa de la sangre derramada. Pero yo no hice la guerra. Ni la guerra ni nada. Entonces era sólo un niño que, con otros, palmoteaba cuando los pájaros de fuego dejaban caer sus huevos en el desierto. Bajaban silbando como serpientes aladas y trazando una curva como la meada de un chiquillo. Al tocar el suelo hacían brotar palmeras de arena entre humo y llamas. ¿Cómo no aplaudir? Pero nuestros padres nos maldecían y nos pegaban. Un día nuestra casa de crin ardió bajo el fuego del cielo y nuestros padres quedaron muertos junto a una camella desventrada, de cuyo cuerpo manaba sangre, agua y elche. Aischa y yo nos conocimos en un asilo, una cárcel cristiana para niños, y, por encima de la valla que nos separaba, cambiamos dátiles y besos. Decidimos fugarnos.
Manuel de la Escalera
(página 20 de la revista 'Caminar Conociendo', número 8 de julio de 2.000)
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