De hierro el ave, la de acero
habiendo lacerado las nubes de la aurora
y ansiado estrellas
más allá del día
desciende arrepentida
a artificial guarida.
De carne el ave, la de plumas,
que labra un túnel en el viento
por llegar hasta la luna vista en sueño
entre espesuras,
cae, cuando cae la tarde,
a laberinto de follaje.
Y esa otra inmaterial, ésa,
que al guardián del cráneo hechiza
con su canto balbuciente,
alas resonantes abre luego
y por hacerse eterna nuevamente
a pacificar va los espacios.
(Tomado del blog 'Africa _ log. Blog de literatura africana')
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