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El Cesped de la Derrota
(homenaje a Rabearivelo)
por Álvarez del Burlo
En eso y en ella estaba: rumiando, meditando, reflexionando, ensimismándome... bueno, como queráis decirlo... soñando y pensando como yo he dicho... cuando se me quebró la certeza, único báculo de apoyo que tenía...
De modo que me quedé tan solo con palabras que se adherían pastosas al cielo de la boca, y me bailaban en la cabeza preñadas de dudas.
Y ya, cojeando en el camino, con la mustia flor de la tristeza en el rostro, pedí a gritos:
-Dadme pólvora y fusil: mañana partiré.
Lo juro: fue sin convicción y por inercia.
-No sólo volveré a vagar por la sabana -añadí- sino que llegaré hasta los países más lejanos, para tratar de explicarme el por qué de tan dramática rotura.
-Pondré -proseguí- al desnudo, en primerísimo lugar, hambre y miedo, miedo y hambre quienes, hoy por hoy, rompen con facilidad las telarañas del sueño...
-Y más, ahora, cuando las babosas -que con las escarcha del otoño se han reproducido, como setas tras el muro derruido- están destruyendo, voraces, lo que han queda en las huertas de octubre.
-¡Dadme pólvora y fusil: -repetí más convencido- mañana partiré!
Lo juro, fue por inercia en un principio. A nadie le gusta morder el cesped de la derrota. Comenzaré otra vez la vida, dispuesto a la pelea. Además ¡qué se le va a hacer!: no hay más remedio.
Yo no he inventado la necesidad de defenderse.
Álvarez del Burlo
EXTRAÍDO DE LA PÁGINA 13 DEL NÚMERO 8 DE LA REVISTA 'CAMINAR CONOCIENDO', DE JULIO DEL AÑO 2.000
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